
QUE DIOS NOS PERDONE

En
los últimos tiempos el cine español está proporcionándonos un gran número de thrillers,
bajo el paraguas financiero de las grandes televisiones, construidos con la
realidad nacional, junto a los códigos reconocibles del género norteamericano,
me vienen a la memoria títulos como "Celda
211", "La isla mínima", "Cien años de perdón","El desconocido" ,.......con esas mismas
premisas, de la mano del director
Rodrigo Sorogoyen, llega tras conquistar el Festival de San Sebastian y Sitges,"Que
Dios nos perdone", un thriller intenso lleno de acción y misterio,
donde Madrid y los actores Antonio de la Torre y Roberto Álamo son sus
protagonistas.
La
trama nos traslada al verano del 2011 en Madrid, en plena crisis, la ciudad se
prepara para la visita del Papa Benedicto XVI, en un clima de agobio e indignación
general.
Estas
son las noticias que ocupan todos los periódicos e informativos, mientras en la
ciudad ocurren muchas más cosas, por ejemplo, un asesino-violador de ancianas
anda suelto, sus crímenes van de menos a más en una escalada de violencia y
ensañamiento, llevando de cabeza al cuerpo de policía.
El
caso recae en las espaldas de dos inspectores diametralmente opuestos, Velarde
(Antonio de la Torre) y Alfaro (Roberto Álamo), el primero es metódico,
reflexivo y silencioso debido a sus problemas de habla, el segundo es
temperamental, impulsivo, agresivo, un volcán en erupción, ambos forman una
pareja extraña pero bien avenida, cada uno con sus propios demonios personales.
Tras
foguearse en la comedia romántica "8
citas"(2008) y el drama hiperrealista "Stockholm" (2013), el director madrileño, nos
brinda su tercera película, "Que
Dios nos perdone", su intención es clara: mostrar como el mundo del
crimen intoxica incluso a los mismos que luchan contra él, gracias a un
thriller hipnótico violento que va
oscureciendo su atmósfera sin necesidad de efectismos, tan solo
adentrándose con gran equilibrio tanto en los sórdidos detalles de la
investigación no exenta de tensión, sudores, silencios como al introducirnos en
el retrato de sus dos protagonistas espléndidamente
interpretados por Antonio de la Torre, quien proporciona todo un recital
interpretativo como de costumbre y el impactante Roberto del Álamo, ambos son el alma, la sangre y el temperamento
de una película sombría que te coge y no te deja hasta el final.
Cine
policiaco clásico, que no aporta nada nuevo al género, es una vuelta de tuerca más,
sobre las buddy-movies, o sea a las
relaciones y vínculos existentes entre compañeros, bajo la mirada de un Rodrigo
Sorogoyen , impecable en la dirección de actores, es capaz de crear un
melancólico juego de tensión, acción, amistad y relaciones personales, en un
mundo cada vez menos humanizado, donde sus personajes buscan el perdón y la
aceptación, que terminarán dándose cuenta de que la violencia NUNCA es
pacificadora, no es resolutiva y nunca purifica, sin duda de lo mejor del cine
nacional de este año.
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